¿Qué es?
La pobreza menstrual es una crisis silenciosa que afecta a millones de personas menstruantes en todo el mundo, limitando su acceso a productos de higiene adecuados y a instalaciones seguras. Este fenómeno está íntimamente ligado a la pobreza y a la desigualdad de género, afectando de forma desproporcionada a mujeres en situación de vulnerabilidad, como aquellas que viven en comunidades rurales o en campos de refugiados.
A nivel global, 800 millones de personas menstrúan cada día, pero muchas de ellas carecen de los recursos básicos para gestionar su ciclo menstrual de manera higiénica y segura. Esta falta de acceso no solo incluye productos como tampones o compresas, sino también instalaciones sanitarias con agua corriente limpia, lo que pone en riesgo su salud.
Alcance
La menstruación sigue siendo un tabú en muchas sociedades, lo que agrava el problema, ya que el estigma social y la vergüenza limitan las conversaciones y las políticas necesarias para abordar este tema de manera efectiva.
El impacto de la pobreza menstrual es profundo. Las mujeres y niñas afectadas por esta realidad se ven obligadas a utilizar productos inadecuados, como trapos o papel, lo que aumenta el riesgo de infecciones y otros problemas de salud. Además, muchas niñas faltan a la escuela durante su menstruación, lo que afecta su educación y perpetúa la desigualdad de género. Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), este problema es un reflejo de la vulneración de los derechos humanos, ya que el acceso a productos de higiene menstrual debería ser un derecho básico garantizado para todas las personas.
El caso de Escocia, que ha implementado la distribución gratuita de productos menstruales, se ha convertido en un referente a nivel mundial. Sin embargo, en otros países como España, aún se lucha por reducir el IVA de estos productos, que muchas veces se consideran de lujo, cuando en realidad son esenciales para la salud y bienestar de millones de mujeres u otros países en los que las mujeres en edad fértil no se pueden costear productos menstruales, aún queda mucho por hacer. Las iniciativas de reducción de impuestos sobre estos productos y la creación de políticas públicas que garanticen el acceso equitativo son pasos importantes, pero insuficientes.
Buscando soluciones
La pobreza menstrual no es solo una cuestión de salud, sino también de derechos humanos y equidad de género. Combatirla implica no solo distribuir productos de higiene, sino también desestigmatizar la menstruación, mejorar las infraestructuras sanitarias y educar a las comunidades sobre este proceso biológico natural. Es necesario que los gobiernos, las organizaciones y la sociedad civil trabajen juntos para eliminar las barreras que enfrentan las personas menstruantes y asegurar que todas puedan vivir su ciclo menstrual con dignidad, sin vergüenza ni discriminación.
Fuentes:
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